En 1961 un grupo de colonos alemanes se instaló en el Sur de Chile y fundó allí una ‘sociedad benefactora’ llamada Colonia Dignidad. Cinco años más tarde, Wolfgang Müller, uno esos colonos, logró fugarse tras dos intentos fallidos. Lo que relató a la policía y a la prensa era una imagen completamente distinta a la que se tenía del floreciente y caritativo enclave alemán. Pero en ese entonces nadie entró a corroborar las atrocidades que contaba Müller. Nadie pareció escucharle. Cuarenta años más tarde, Colonia Dignidad sigue funcionando.
Este cuaderno, esta investigación que ha servido como base para la novela Sprinters, tiene como protagonistas a este grupo de colonos, una comunidad que fue sometida a un régimen tiránico y feudal, sistemáticamente conminada a la esclavitud, a la infantilización, y forzada a todo tipo de vejaciones físicas y psicológicas. En este cuaderno, ellos son los que hablan. Ellos son los que cuentan su historia. Aquellos que salieron y algunos que siguen viviendo dentro. Este cuaderno está hecho de testimonios recogidos en entrevistas y declaraciones de documentos legales.
Este cuaderno habla de cómo Colonia Dignidad no es sólo el espacio físico donde este grupo de alemanes (y varios chilenos) vivieron aislados durante cuarenta años. También es un estado mental, obsesivo, carcelario y claustrofóbico. Un modo de vida que impregna a todos los protagonistas: hombres y mujeres, colonos y chilenos, que siempre se refieren a ella como un lugar mítico, al mismo tiempo paradisíaco e infernal. Hay un elemento común en todos los personajes implicados en esta historia: todos ellos están obsesionados por esa presencia implacable que es la Colonia.
Pero más allá de las torturas a las que fueron sometidos, los trabajos forzados, las drogas con que los dopaban, este cuaderno pretende asomarse a la vida cotidiana de los colonos. Y sobre todo intenta vislumbrar qué significa haber vivido completamente aislado: cómo piensa y cómo ve el mundo alguien que ha crecido sin televisión, sin periódicos, sin noticias, sin poder caminar libremente por la calle; alguien que nunca ha ido a conciertos o al cine o a fiestas o a un museo, una persona que nunca tuvo carnet de identidad, que nunca manejó dinero propio, que nunca abrió una cuenta en el banco, que nunca se compró un libro, que nunca alquiló una casa; gente que se enteró a medias del Golpe Militar, que tal vez no escuchó de la guerra de Bosnia; alguien para el que eran ajenas las siglas OEA, ONU, FMI, los salarios mínimos, Internet, el correo electrónico; una persona sin experiencias vitales como los noviazgos, el colegio, los matrimonios, la familia, los cumpleaños; personas que nunca habían disfrutado realmente de un viaje o de un día feriado. Y también ver cómo los ex colonos enfrentan el proceso de regresar a una sociedad ‘normal’; cómo se sintieron al fugarse y ver el mundo casi por primera vez y cómo sobrellevan la vida sin la ‘seguridad’ y el ‘orden’ que prometía la Colonia. En definitiva, qué consecuencias puede tener el creer en un paraíso en la tierra, como soñaron aquellos primeros colonos al viajar a Chile.
Lola Larra
*Aclaración: la investigación que aparece en esta web terminó a mediados de 2007. Es por eso que los hechos que han sucedido a partir de ese momento con Colonia Dignidad, no aparecen reflejados.