Sprinters, de Lola Larra: la novela y la investigación
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LA TUMBA SIN NOMBRE

Nona Fernández

Todo parte con una tumba sin nombre. El enigma de la muerte de un niño a fines de los años ochenta. Un pequeño sprinter, como le llamaban a los favoritos del tío Paul, que muere en el bosque y con cuyo cuerpo se entierra un secreto, una pregunta sin respuesta que es clausurada por una lápida sin nombre ni epitafio. Un misterio más a resolver en los límites oscuros en los que fue trazado ese territorio ominoso de maldad, tontera y locura que fue Colonia Dignidad.

Siguiendo la hebra de ese acertijo aparecen dos mujeres que serán las guías de esta novela. Lutgarda y la narradora, cuyo nombre nunca conocemos. Ambas son dos caras de una misma moneda, el claroscuro, la luz y la sombra. Mientras en los años setenta Lutgarda llega desde Alemania muy niña a vivir a Chile, la narradora se va de Chile al exilio a vivir a Venezuela siendo también una niña. Mientras Lutgarda crece en el encierro claustrofóbico de Colonia Dignidad, la narradora lo hace de cara al mundo en Venezuela y en la movida madrileña de los años noventa. Lutgarda es blanca y área, como buena alemana. La narradora, no. Lutgarda lleva religiosamente su cabello gris tomado y cubierto por un pañuelo, mientras la narradora lo tiñe con la misma religiosidad cada dos meses. La piel de una ha sido ajada por el sol y el viento, mientras la de la otra ha sido cuidada por cremas antiarrugas y bloqueadores solares. Tienen edades parecidas, no han tenido hijos, y aunque sus vidas se han construido de manera muy distinta, el imán del monstruo las convoca a desentrañar el oscuro misterio de esa tumba sin nombre. En el caso de Lutgarda, porque ese niño enterrado y escondido, sin autopsia ni epitafio, es parte de una escena personal, de un recuerdo que ella misma tiene borroso de aquel día antiguo cuando escuchó un disparo mientras recogía fresas. En el caso de la narradora, porque su vuelta tardía a Chile el año 2006 está trazada por la escritura de un guión cinematográfico para una súper producción internacional sobre Colonia Dignidad que, espera, cambiará su vida y la catapultará a la fama y la fortuna.

Y es que sí, Colonia Dignidad tiene todos los ingredientes para transformarse en una súper producción internacional: pedofilia, tortura, fanatismo religioso, tráfico de armas, laboratorio de armas químicas, lavados de cerebro, asesinatos, secuestros, trata de personas, fugas, persecuciones, romances clandestinos, todo junto y revuelto en un poblado de Parral que funcionó como un Estado dentro del Estado. Un verdadero feudo dirigido y controlado por su líder, Paul Schäfer, sin duda, el villano de la película.

Y es quizá este punto de vista, el de la guionista que busca fama y fortuna a punta de Colonia Dignidad, el más grande de los muchos aciertos de la construcción de este libro. Primero, porque le da sentido a la estrategia narrativa que sabiamente Lola Larra, la autora, elige para contarnos esta historia.

Gracias a este ambicioso proyecto cinematográfico que obsesiona a la narradora y la devuelve a su país natal, es que tenemos la suerte de conocer los storyboard de las distintas tramas que intentó abordar para el guión. La conocida fuga del joven Tobías Müller y su romance con el chileno Salo Luna. El arriesgado trabajo con las víctimas de Colonia que hace el abogado don Hernán Fernández. La búsqueda de doña Sonia que intenta recuperar a su hijo perdido ahí dentro. Y todas son líneas de acción poderosísimas. Cada una da para el desarrollo de una teleserie completa. Y conocemos también parte de la investigación que la narradora ha hecho para estructurar su trabajo de guión. Y hay pedazos de testimonios y de archivos judiciales y de entrevistas. Y hay voces que nos hablan, mujeres y hombres que nos cuentan cómo se vivía ahí dentro, cómo era aquel villano, cómo los castigaban y medicaban. Todo a retazos, en un popurrí de información que comienza a operar como opera la memoria. A saltos, promiscuamente, con materiales de una y otra parte, sin la lógica del museo o del texto de estudio. Una memoria viva, efervescente, que nos desafía como lectores a armar un puzzle, a ser parte del palimpsesto de materiales que este libro ofrece. Porque aquí Lola Larra, se transforma en una verdadera dj que mezcla archivo y ficción, realidad y literatura, para abrirnos una puerta a este laberinto en el que está atrapada la conciencia de toda una generación que convivió de cerca o de lejos con esta locura.

La segunda razón por la que me parece un acierto el punto de vista de la guionista como narradora de esta historia, es porque nos instala en una mirada descreída sobre los hechos. La narradora observa todo con distancia, es una mujer que viene movilizada no por grandes causas, sino que por la fama y la fortuna. No es la heroína de una película sobre derechos humanos. No quiere salvar a nadie. No es políticamente correcta, sino todo lo contrario. Su mirada es ácida, a ratos divertida y cargada de un sutil humor negro. Sin embargo, desde esa distancia representa mejor que nadie a una generación que sin haber vivido los hechos está atrapada por el misterio de esa tumba sin nombre. ¿Por qué no cuenta sus aventuras en Venezuela o en Madrid? ¿Por qué se obsesiona con esta Colonia endemoniada? Se pregunta ella misma y no encuentra respuesta para estas interrogantes. Quizá volvió y se quedó en Chile investigando porque en esa tumba sin nombre con la que comienza este libro, una parte de ella misma está enterrada. Quizá porque Lutgarda, su compañera de ruta en esta historia, es el otro lado de su propia moneda, un reflejo de sí misma que se quedó encerrado en Colonia. Una otra yo. Una posibilidad que no fue, pero que podría haber sido. Quizá todos cargamos con esa sensación de la narradora y aunque quisiéramos entregarnos a la fama y la fortuna, seguimos pensando que tenemos una deuda. Que hemos dejado a alguien enterrado en esa tumba sin saber a ciencia cierta qué mierda pasó con él. ¿Qué hacemos con Colonia Dignidad? ¿Cómo contamos al mundo lo que fuimos capaces de tolerar ahí? ¿Cómo nos hacemos cargo? ¿Tenemos que hacernos cargo? Con sensibilidad, distancia, humor y lucidez, Lola Larra intenta responder todas estas preguntas y en el intento nos deja este tremendo libro.